Este complicadísimo cuadro es un retrato que Velázquez le hizo “a traición” a su amigo el rey, reflejado en el espejo del fondo.

El rey ya no dejaba que su amigo el pintor le pintara porque sabía que lo retrataría a la perfección y no quería verse viejo, así que Velázquez ideó una “trampa” para pintar al rey: creó una escena en la que aparece él, Velázquez, pintando, cuando entra la infanta y su séquito y se detienen a ver lo que está pintando. Y lo que está pintando se refleja en el espejo de atrás: los reyes, los auténticos protagonistas del cuadro, porque, en realidad, este es un retrato de los reyes, que están en el punto de vista del espectador, fuera del cuadro. Todo en el cuadro está pensado para hacer sentir al espectador como el protagonista, en el lugar del rey.

La escena parece sencilla pero es muy compleja. ¿Dónde está el cuadro? ¿Es el que vemos, o el cuadro es el de dentro del cuadro? ¿Y qué hay en ese cuadro?

Observa un detalle: la Cruz de Santiago en el pecho del pintor. Velázquez quería ser Caballero de la Orden de Santiago, y para eso tenía que demostrar que no realizaba trabajo manual. Buscó con empeño que su arte fuera aceptado como tal, «ARTE», y no «artesanía», es decir, un trabajo intelectual y no uno manual como el que puede hacer un carpintero o un orfebre. Por eso en este cuadro Velázquez está «pensando qué pintar», no pintando. No consiguió el reconocimiento de su arte, ni el título de caballero, y cuenta la leyenda que, al morir Velázquez, el propio rey pintó la Cruz se Santiago en reconocimiento a su amigo, concediéndole su título de noble y reconociendo así su ARTE.

Puedes ver el original del Museo del Prado aquí.

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