Alberto Durero, 1498
Adaptación reimaginada del “Autorretrato” que está en el Museo del Prado.
Infografía en vinilo, acrílico y latex sobre tabla (52×41 cm)
En el Renacimiento, la pintura cambia respecto al medievo: cobra importancia la fidelidad al modelo, las proporciones y la vuelta a lo clásico. Durero se pintó muchos autorretratos cuidando el realismo, los fondos y la perspectiva, como éste.
En tiempos de Durero los pintores eran considerados “artesanos” y no “artistas”; ser artista suponía una serie de ventajas y por eso para este autorretrato Durero elige posar muy elegante: jubón blanco con rayas y gorro a juego sobre esos cuidados tirabuzones, expresión seria, formal, camisa con puntillas doradas, capa y guantes, carísimos, de piel, como diciendo, “soy artista, uso la cabeza y no me mancho las manos como los artesanos”. Este cuadro está firmado con una A con un D dentro, pero Durero no firmaba todo lo que pintaba o dibujaba: sólo lo que él pensaba que estaba a la altura de consideraba ARTE.
Puedes ver el original que está en el Museo Del Prado aquí
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Alberto Durero
Fue un “hombre del Renacimiento”, maestro en pintura, dibujo, ilustración, grabado, xilografía, perspectiva, matemáticas, investigación… profundizó en las proporciones clásicas de Vitrubio, aplicando los más recientes descubrimientos y técnicas innovadoras reivindicando su condición de artista por encima de la de artesano.
“En verdad consigue representar lo que no puede representarse: rayos de luz, truenos, relámpagos… todas las sensaciones y emociones: en resumen, el espíritu humano tal como se refleja en los movimientos del cuerpo, y casi hasta la voz”.